En recuerdo del silvestrismo

Por Andres Martínez

Un relato por y para los amantes del silvestrismo.

silvestrismo

Ahora podemos mirar nostálgicos aquellos viejos pertrechos que en tantísimas ocasiones nos acompañaron formando un arte de captura que permitió vivir jornadas inolvidables.

Con el paso de las estaciones muchos son los defensores de una forma de vida que ya fructificaba en nuestro país desde los tiempos de romanos como atestiguan los múltiples mosaicos con motivos silvestristas. De la misma forma humanista, curtidos en las artes plásticas cuyo nombre hoy resulta de incuestionable mención dejaron en sus bocetos jaulas de jilgueros ubicadas en las púas de paredes encaladas junto a los amarres de las caballerías que sesteaban esperando su atavío.

Es en esos pensamientos en los que ahora quedo sumido mirando con nostalgia las jaulas vacías de aquellos moradores que con sus trinos y cortantes gorgoreos coloreaban de cromatismo y folklore las paredes de mi patio.

Mirando sus vasijas de vidrio y admirando la madera de taracea que con su adorno de nácar rubricaba el rombo de su comedero me deshago en recuerdos y por ello quiero relatar una historia que hace años así ocurrió y que hoy solo puedo recordar.

Corría el mes de agosto y previa confección del emplazamiento, me levanté sobresaltado por los truenos que más que temporal constituían un descargo de aquel caluroso año que no dejaba ni el recuerdo de la humedad en la tierra.

Se nos fastidia el día me dije, puesto que teníamos la intención de acometer la laboriosa tarea de montar una red de medio libro en un resude de unas junqueras que permanecía con agua hasta aproximadamente las diez de la mañana. Un capricho de la naturaleza que permitía por unas horas dotar a las aves de aquel paraje de un trago de aguas cristalinas apaciguando la sed de un largo día de sofocantes calores en pleno verano.

Superado el escollo de las tormentas nocturnas a las cinco de la mañana echamos los pertrechos en el viejo y ruidoso ford y con delicadeza introducimos a los dos reclamos de jilguero que tendrían la difícil tarea de bajar a los escépticos camperos con su cante y maestría.

Emplazados en el sitio, despojamos al macuto de anillas, jarillas, clavos y contratiros. Tras una larga media hora nuestro cambalache estaba montado y ahora con los últimos retoques ponía con delicadeza al cimbel sobre la jarilla para poder emular el aleteo de aproximación que ratificase las intenciones de los jóvenes jilgueros.

Transcurrida una hora en el aguardo el día fue entrando y algunos chivones pasaban chiflando en un vaivén aéreo que parecía estar más encaminado hacia los cardos colindantes que hacia el engaño ubicado en el agua. Nuestros reclamos se desgañitaban con fuerza y mediante diferentes recursos conseguían que algún congénere se posara esquivo en las copas de unos pinos cercanos.

De pronto mi compañero me avisa de la proximidad de dos jóvenes jilgueros y con rapidez alzo el tirador del cimbel para elevarlo por encima de las plantas en las que se posaba. Con varios envites acompasados el cautivo mueve las alas con suavidad para de forma eficaz, ejercer un engaño perfecto que termina con dos jóvenes jilgueros apresados en los pequeños cuadros de la red.

Con alegría y determinación vamos desenmarañando a las aves de su abrazo de algodón para así poder proceder a su identificación. Un macho y una hembra bien diferenciados, el codo marrón en la fémina y la finura en sus extremidades provoca una rauda liberación del ejemplar para proseguir con nuestra jornada de silvestrismo.

Pasadas ya las diez de la mañana el resude del manantial volvía a su nivel freático y ya simplemente un residuo de humedad quedaba como testigo de ese abrevadero. Preparados para recoger los punteros y regresar me doy cuenta de la intensidad con la que uno de los reclamos emite cantadas seguidas concatenando regaños y campanilleos. Es en ese momento cuando fijándome en detalle veo un gran jilguero nuevo que disputa con el cautivo buscando el enfrentamiento.

– Mira ese pájaro como repasa ya a pesar de lo nuevo que es

– Vamos a esperar a ver si entra

Con toques de cimbel y con toda la paciencia del mundo el campero sobrevolaba la zona sin llegar a posarse en el perímetro de la red. Una pasada tras otra y vuelos acompasados terminaban sin dejar esa décima de segundo necesaria para asegurar la captura.

En esos momentos de tensión es necesario mantener la calma puesto que un tirón apresurado puede dar al traste con el éxito del lance. Ahora aguanta me digo, y es en uno de esos compases de aire en los que me decido a tensar el tiro provocando un raudo tirón que termina con el jilguero atrapado en los últimos centímetros de la red.

Es en estos momentos cuando la faena concluye y es ahora cuando tantos buenos silvestristas miran con añoranza aquellos apasionante recuerdos recuerdos que vivieron practicando este ancestral arte.